Hasta hace un par de décadas se consideraba
a los humedales de manglar
como tierras inútiles, sin valor, malolientes,
criaderos de insectos. Lo mejor que les
podía suceder era desmontarlos para ampliar la
frontera agrícola, expander ciudades y construir
granjas acuícolas. Más recientemente se optó por
convertirlos en marinas y desarrollos turísticos.
Hoy la ciencia demuestra que los manglares
ofrecen una enorme cantidad de bienes y
servicios de gran valor, algunos de tipo económico
y otros de existencia. Esto lleva a pensar
que resulta mucho más benéfico conservar-los
que perderlos.