El viernes 19 de marzo de 2010, unos amantes de la naturaleza emprendieron una aventura con el objetivo de conocer un poco más a fondo las riquezas naturales que ofrece la Sierra del Aguaje. El sábado 20 estaban de vuelta en la ciudad, y nunca iban a ser los mismos.
Primero, se trasladaron del Puerto de Guaymas hasta la sierra, y luego instalaron un campamento. Ahí mismo se prendió una fogata para merendar, y cada uno de los asistentes compartió su perspectiva del lugar. Después de pasar la noche en campo abierto, caminaron y escalaron en el desierto hasta encontrar un pequeño oasis, o brote de agua en el desierto, conocido por sus características como un aguaje.
“Era algo totalmente distinto a lo que yo tenía en mente al salir de mi casa”, reconoció uno de los 10 excursionistas. “Conforme fuimos conociendo cada rinconcito del lugar en el que nos encontrábamos, pude darme cuenta que esas son las cosas que realmente valen la pena, desde el cantar de un grillo, el viento que roza tu cara, los arboles que te acogen al atardecer, entre muchas otras cosas”, dijo. “Fue una experiencia inolvidable”.
A tomar el camino
Se juntaron y abordaron sus vehículos a eso de las dos y media de la tarde de un viernes. Saliendo de Guaymas camino a la capital estatal de Hermosillo en pequeña caravana, se desviaron de la carretera internacional justo antes del puente El Tigre. Al tomar la terracería rumbo al occidente, cruzaron el desierto en medio de arbustos y cactus.
Atravesaron el rastro de un arroyo seco, el cual estaba lleno de flores blancas. Pasaron por un caserío compuesto de una casa de ladrillos sin cubierta y un árbol frondoso, donde se encontraba una manada de vacas y toros, así como un perro salchicha que ladraba, y nada de gente.
Más allá en el trayecto observaron otros arroyos secos, las huellas dejadas por la temporada de tormentas, y una diversidad de flora. Aproximadamente a la mitad del camino, apreciaron a lo lejos Las Pirinolas, una formación geológica de picos montañosos que toman ese nombre debido a su parecido con los dulces del mismo nombre. Al igual que las golosinas, los promontorios tienen forma de punta y de pirámide trunca.
A acampar
De pronto llegaron a un claro al lado de la terracería donde levantaron el campamento. Una vez recogida la leña y armada las tiendas para dormir durante la noche, encendieron la fogata para luego cocinar las quesadillas y los malvaviscos. Alrededor de la fogata, cada una habló de sus expectativas con respecto al viaje.
Se apreció el cielo estrellado y la luna muy cerca del planeta Venus. Se pudo ver como los cuerpos celestes se ocultaron, uno tras otro, con el girar del planeta Tierra -- primero Venus, y después la Luna.
El frio de la mañana antes del amanecer motivó a buscar más leña para la fogata, misma que sirvió de preparar el desayuno de huevo con chilorio. Así fortalecido, el grupo partió al arroyo del Cañón de los Anegados con anticipación para ver que les esperaba en la vereda.